Antes de lanzarse a una ingesta desenfrenada de usufructuarios aceites y patatas, distorsionados recuerdos de payesh, sandwiches postrados en la cama, dulces conmemorativos, sugar-daddies, salados y espíritus adivinatorios -una incontrolada confluencia de narrativas-, considere la mixtura que prospera implacablemente en su interior. Entornos en los que cohabitan firmicutes, bacteroidetes, rodotorula, cocos grampositivos y bacterias en forma de bastón. Los planos barrocos de la flora intestinal.
El microbioma (o flora) intestinal está repleto de variedad; la muestra más espectacular es el colon humano, que posee la mayor densidad microbiana registrada en cualquier hábitat de la Tierra: entre 300 y 1.000 especies. Esta masa existe en relación mutualista y simbiótica con el ser humano: fermenta la fibra alimentaria en ácidos grasos de cadena corta listos para su absorción; sintetiza vitaminas B y K; previene el crecimiento de especies nocivas. Por supuesto, existen posibilidades de creación de enfermedades a través de infecciones, un oscuro giro bacteriano, aunque algunas pueden contrarrestarse mediante cambios en la dieta - sacudidas a largo plazo de la ingesta.
Al ser mutualista, la composición del microbioma intestinal depende del origen geográfico de las poblaciones. Los alimentos que degustamos colectivamente en Pot Luck se encuentran con un microbioma que no sólo es individualmente independiente, sino que está relacionado con historias geográficas personalizadas. Un microbioma que, sin estar influido por la genética, puede alterarse a través de la experiencia.
La ingestión de platos combinatorios no es, por tanto, la culminación de la mezcla de narrativas, de un collage reunido y luego inalterado. El collage continúa desarrollándose en el intestino, el intestino delgado, el colon, donde una multitud de especies se relacionan con los platos digeridos como algo totalmente distinto. Celebrando o denunciando su alimentación a través de reacciones químicas, cambian nuestro estado de ánimo, ritmos -o más aún, efectúan la agencia- a través de la señalización bioquímica entre el tracto gastrointestinal y el sistema nervioso central. Los poderes subyacentes y venerables del «eje intestino-cerebro», así bendecido:
eje intestino-cerebro / variaciones florales / ponme a dormir / luego despiértame de sembrar lágrimas / a cantos de alegría / sé como arroyo a tierra árida / llevando sacos de semillas
Arieh Frosh
The gut microbiome (or flora) is amassed with variety; most spectacularly displayed by the human colon, which has the highest microbial density recorded in any habitat on Earth – between 300 and 1000 species. This mass exists in mutualistic, symbiotic relation to the human: fermenting dietary fiber into short chain fatty acids ready for absorption; synthesising vitamins B and K; preventing the growth of harmful species. Of course, there are possibilities for disease creation through infection, a dark bacterial turn, though some can be countered through diet changing – long term shake-ups of ingestion.
Being mutualistic, the gut microbiome composition depends on the geographic origin of populations. The foods that we collectively entertain in Pot Luck encounter microbiome that is not only individually independent, but related to personalised, geographic histories. Ones that, uninfluenced by genetics, can be altered through experience.
The ingestion of combinatory dishes is therefore not the culmination of mixing up narratives, of a collage brought together and then unchanged. The collage continues to develop in the gut, the small intestine, the colon, where a host of species relate to the digested dishes as something entirely other. Celebrating or denouncing their feeding through chemical reactions, they change our moods, rhythms – or further, effect agency – through biochemical signaling between the gastrointestinal tract and the central nervous system. The underlying and venerable powers of the ‘gut-brain axis’, which is blessed as so:
gut-brain axis / floral variations / put me to sleep / then wake me from sowing tears / to songs of joy / be as stream to arid soil / carrying bags of seed
Arieh Frosh